Zaguán de recuerdos
Definitivamente , la poesía tiene que crecer, enriquecerse y florecer, especialmente cuando cotidiana y autentica,se ha venido aferrando fiel a nuestra piel existencial. Tanto como el mismo aliento que la glorifica segundo a segundo, o como el pan supuestamente nuestro, y el perdón de las ofensas y el látigo apocalíptico contra toda peste.
El poeta debe ser parte esencial, puro y vivo relicario de la búsqueda de lo absoluto mucho más allá de Balzac, o de los que simplemente pretenden ser prestidigitadores de la magia metafórica del amor:
Inconfundible y apreciado hábito con el que se expresa el sueño de los humanoides que ejercen la vida por los demás, en contra de la ceguera de Borges o la terquedad cavernícola de Vargas Llosa, que continúa ignorando que somos los demás de los demás, o que existen los pobres del mundo y que contra todo racional pronósticos rednecktistas de sus dioses de barro y cera, un mulato es presidente de los estadounidenses, y aunque es pequeño, cambio es cambio.
Cuando el genio se define como 10% de inspiración y 90% transpiración, estamos hablando de Cesar Zapata o de Thomas Alba Edison en otros aspectos.
Su poesía actual es un ejemplo evidente de crecimiento, un testimonio de la magia  que el dedo índice del corazón traza silente sobre la mirada alucinada del lector que como yo, con veinte años de ausencia, va trotando letras con mongol estribo, aprendiendo nuevas verdades y colores del pensamiento, en cada sentencia plasmada por el querido poeta.
Como él otros amigos y compañeros, todavía siguen al pie del cañón quisqueyano en plena isla, solemnes camaradas de la eternidad caminando sobre fango, altivos como primer gandul, aferrados a los cuernos del toro con sus transparentes escudos amansadores de versos, ése ángel que todo lo hace posible  con las alas de Salome Ureña.
Leerlo es como asistir a un teatro del verbo primigenio, o al destello del relámpago de los dioses del color y del fuego, que destellante bajo la lluvia certera del tiempo, o como estepa de sonidos y fragancias literarias, habitan donde el sonido transforma todo lo que entra pupila abajo, en una spicodélica y ávida fusión sensorial de preguntas y respuestas.
 La poesía de Cesar Zapata,  es  como un  fresco y presto sueño musical, que cabalgando letra sobre letra los floridos campos de la conciencia  y  el buen juicio, continua luchando contra los molinos dormidos de nuestro pasado, pero dejando testimonio elegante y adorable de huellas de futuro y amistad permanente.

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